martes, 27 de abril de 2010

Lord Nieve

- ¡La olla! - rugieron con un sólo nombre-. ¡La olla, la olla, LA OLLA!
La olla estaba en un rincón, junto a la chimenea: era un caldero grande, barrigón, con dos asas enormes y una tapa muy pesada. El maestre Aemon dio una orden a Sam y Clydas, que fueron a buscarla, la cogieron por las asas y la pusieron sobre la mesa. Unos cuantos hermanos habían empezado ya a formar una cola junto a los cubos de las diferentes fichas cuando Clydas levantó la tapa y estuvo a punto de dejársela caer sobre los pies. Un enorme cuervo salió repentinamente de la olla con un graznido brusco, en medio de un remolino de plumas. Revoloteó hacia arriba, tal vez en busca de una viga en la que posarse o una ventana por la que escapar, pero en la bóveda no había ni una cosa ni la otra. El cuervo estaba atrapado. Graznó de nuevo y voló en torno a la estancia una vez, dos veces, tres veces... Fue entonces cuando Jon oyó el grito de Samwell Tarly.
- ¡A ese pájaro lo conozco! ¡Es el cuervo de Lord Mormont!
El cuervo se posó sobre la mesa más cercana a Jon.
- Nieve -graznó. Era un pájaro viejo, sucio y roñoso-. Nieve -dijo de nuevo-. Nieve, nieve, nieve.
Caminó hasta el extremo de la mesa extendió de nuevo las alas y voló para posarse en el hombro de Jon.
Lord Janos Slynt se dejó caer sentado, pero la carcajada burlona de Ser Alliser retumbó por toda la estancia.
- Ser Cerdi nos toma a todos por idiotas, hermanos -dijo-. Ha sido él quién le ha enseñado el truquito al pajarraco. Todos los cuervos que tenemos dicen ahora lo mismo: "nieve". Subid a las pajareras si no me creéis. En cambio, el de Mormont sabía muchas más palabras.
El cuervo inclinó la cabea a un lado y miró a Jon.
- ¿Maíz? -dijo, esperanzado. Al no obtener ni maíz ni respuesta, lanzó otro graznido-. ¿Olla? ¿Olla? ¿Olla?
Lo que ocurrió a continuación fue un torrente de puntas de flecha, una inundación de puntas de flecha, suficientes puntas de flecha para enterrar las escasas piedras, conchas y monedas de cobre que cayeron en la olla.
Cuando terminó el recuento, Jon se vio rodeado. Unos le daban palmadas en la espalda, mientras otros hincaban la rodilla en tierra ante él como si fueran un señor de verdad. Seda, Owen el Bestia, Halder, Sapo, Bota de Sobra, Gigante, Mully, Ulmer del Bosque Real, Donnel Hill el Suave y otro medio centenar de hermanos formaron un corro en torno a él. Dywen entrechocó los dientes de madera.
- Los dioses se apiaden de nostros; nuestro Lord Comandante todavía lleva pañales.

GEORGE R.R. MARTIN
Canción de Hielo y Fuego III: Tormenta de Espadas