Había una vez una niña en Villaflor de la Frontera a la que llamaban Caperucita Roja porque llevaba una capa del mismo color, como analogía menstrual de la pubertad. Un buen día, su madre la envió a llevar pastelillos a casa de la Abuelita. Debía atravesar el bosque, donde vivía el Lobo. La madre le advirtió que no hablara con extraños, pues sabía que la niña se distraía fácilmente porque sus amigas, la Jenny y la Lore, eran malas influencias.
La niña se adentró en el bosque, sola por primera vez, y se encontró al Lobo. Inconsciente adolescente, le dijo sin pensar que iba a visitar a la Abuelita. Estaba pensando cómo recoger las amapolas que había a un lado del camino, para hacerle una infusión a la Abuelita, a la que no le entraba la Vicodina por el seguro para aliviar los dolores de lumbago.
Mientras Caperucita se hacía un petardo, el Lobo llegó a casa de la Abuelita. El Lobo se dedicaba a vender enciclopedias de puerta en puerta y la Abuelita pensó que si le escuchaba la charla el Lobo le regalaría un radiocassete. Pero el Lobo se abalanzó sobre la Abuelita y se la comió de un bocado. Como le gustaba vestirse de mujer, se puso el camisón de la Abuelita -la había desnudado antes de comérsela, ejem- y se puso a bailar Gloria Gaynor.
Caperucita llegó a casa de la Abuelita y se acercó a la cama. Pensó: "vaya morado que llevo que me parece que la Abuelita es un perro". Aguantándose la risa, dijo:
-Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!
- Son para verte mejor - dijo el Lobo con voz de pito.
- Abuelita, Abuelita, ¡qué orejas tan grandes tienes! - La niña se estaba partiendo la caja, pero debía mantener la compostura porque ese finde quería salir a Pacha Disco y la Abuelita siempre aflojaba pasta cuando iba a verla.
- Son para oírte mejor - siguió diciendo el Lobo - ¿Y sabes qué? Lo tengo todo igual de grande.
- ¿Eing? – Mientras la niña, todavía con la pájara, intentaba entender lo que le decía la Abuelita, el Lobo se abalanzó sobre la niña y la devoró. También le quitó la ropa primero, ejem.
Al día siguiente apareció Horatio, de CSI Villaflor, y encontró restos de semen y pelo del Lobo en la casa. Cuando lo hubo inculpado y puesto a disposición judicial, se puso las gafas de sol a cámara lenta y dijo:
- Esta niña ya no llevará más pasteles a su abuelita, pero quizá haya aún flores intactas en Villaflor.
Moraleja: chicas, no habléis con extraños, o despertaréis a la mañana siguiente en una bañera con hielo y una nota que dice que no tenéis riñones.
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