A todos nos gusta estar solos a veces. Cuando estamos cabreados, o muy felices, o preferimos estar solos que mal acompañados. Pero hay veces que la soledad viene dada. Momentos en que te gustaría estar rodeado de gente, o hablar con cualquier persona, y no hay nadie. Debería uno plantearse entonces por qué no le apetece estar consigo mismo a solas, o por qué no hay nadie que lo evite. Y también por qué nos conformaríamos con hablar con cualquiera. ¿Queremos dar la sensación que tenemos tantos amigos que siempre va haber alguno ahí, que nunca van a fallar todos a la vez? Diría que valorar las relaciones personales en bloque es un tanto egoísta. Vale más tener muchos y dispersos, por si un caso, que unos pocos concentrados. Si pensamos esto, deberíamos hacernos una segunda pregunta: ¿por qué desconfiamos de la presencia de un amigo en un momento de necesidad, y nos buscamos otros de recambio? Seguramente pensemos, muy en el fondo, que no le importamos, o que nuestras preocupaciones no les importan. Ahá, quizá sea eso. Quizá no deberían importarles ciertas nimiedades, quizá no deberían importarnos a nosotros mismos. No poner el grito en el cielo a hechos consumados, y a otra cosa mariposa. Sin justificarnos delante de nadie, sin justificarnos delante de nosotros mismos.
1 comentario:
D'això viu el facebook, quants més serem més riurem. Són massa complicades les relacions humanes, crec que no les vull entendre...
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