Cuando confiamos en una persona y no nos da lo que esperábamos, antes de emitir condena por alta traición sería bueno plantearse hasta qué punto esa mutua colaboración estaba apalabrada o eras tú el que la habías sobreentendido (en un ejercicio de sinceridad interna y profunda, hacedlo bajo la supervisión de un adulto).
En cualquier caso pienso que lo mejor es ser lo más autosuficiente posible. Hace unos días hablaba de compañerismo, cosa que no encuentro incompatible con la independencia vital. Hay que dejar claro desde el principio los puntos del convenio de colaboración.
Malentendidos habrá siempre. Cosas que no pueden decirse más que entre susurros, o que ni si quiera se dicen más que con un gesto. Entonces nos toca aguantarnos y planear la próxima sonrisa. ¿Qué prisa hay?
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